A propósito de la comunicación entre dos amigos, uno el propio director, el otro un europeo que viaja a Asia, Un horizonte invisible ensaya una lectura sobre el hábitat contemporáneo asediado por un concepto civilizatorio que arrasa globalmente cualquier tipo de ecosistema y diversidad cultural. Este veredicto es enunciado en los mensajes que recibe Mario de su amigo desde Malasia y Camboya, a los que responde estéticamente yuxtaponiendo planos de Asia y Buenos Aires en los que se verifican las noticias que llegan desde lejos. El plástico domina, la arquitectura responde a motivos que no se pueden relacionar con la necesidad de habitar. Los planos de clausura indican haber sido rodados en la Reserva Ecológica de la Costanera, cuyo contraste respecto a Puerto Madero es inteligentemente sugerido desde el inicio, como si lo que sucede en un pueblo de pescadores en el fin del mundo en Asia tuviera una suerte de réplica paródica en la capital de Argentina. (Roger Koza)