No se puede vivir sin proyecto, no se puede vivir sin memoria. Quizás tampoco sea posible prescindir de una visión de mundo. En el inicio, una inscripción en la pared queda trunca por la lluvia; se desdibujan las letras de un vocablo que finalizaba con “ism”. Las letras borradas indican una ideología posible, y lo que sigue señala una relación: “salvará a China”. Después de ese primer momento, más allá de algunas que otras observaciones de la vida cotidiana, la película trabaja con dos grandes protagonistas que representan edades y visiones opuestas. La madre que cuenta la muerte de un hijo describe algo más que su pena y su desgracia; en su relato se inmiscuye un orden del mundo, ciertos valores generales y discursos disciplinarios. Lo mismo sucede cuando toma la palabra la joven Fang Hong, una presencia ya constante en las películas de Zhang, quien acá dibuja y proyecta un mundo luminoso. De toda la serie en 47 KM, este retrato es el menos laborioso en materia formal, aunque algunos planos en contrapicado del pueblo y la decisión de mantener una distancia irrestricta respecto de la mujer sumida en dolor por la pérdida de su hijo denotan madurez en la perspectiva y seguridad en la poética de la cineasta. (Roger Koza)