Mientras Jorge está en pleno rodaje de Naturaleza muerta, su esposa y su hijo viven con él en un pueblo, no demasiado lejos de São Paulo, en el que todavía se siente la presencia de la naturaleza. El contraste entre la vida doméstica y laboral es concomitante al de la ciudad y el campo e incluso alcanza otra distinción menos perceptible entre la ficción y lo real, lo que no significa ninguna preferencia y sí una indistinción respecto de la respuesta anímica a uno u otro contexto. Algunos planos de la ciudad son enigmáticos en su concepción plástica y en la composición elegida, como también lo son algunos planos incómodos acerca de la vida rural u otros muy sugestivos, como los primerísimos planos que develan la vida de los insectos. (Roger Koza)