Un conjunto de personajes de edades diversas visita un hermoso piso vacío ubicado en Buenos Aires, recientemente pintado y con generosas aberturas que permiten el ingreso de la luz natural. Alguien los recibe, alguien los filma. ¿Por qué llegan hasta ahí? ¿Es la respuesta a un aviso inmobiliario? El intercambio no es el de locatarios y locadores, porque el tono íntimo de los diálogos y las asociaciones de los visitantes, según la edad, proyectan sobre ese recinto memorias personales, episodios históricos diversos (el peronismo, la última dictadura, la toma de escuelas), inquietudes espirituales y deseos respecto del porvenir, en contrapunto con una meditación intermitente de la anfitriona, que siempre está en fuera de campo pero determina simbólicamente tanto lo que se ve (los ambientes, los árboles, tormentas) como lo que se escucha (el viento incesante), y que glosa toda la extensión semántica del término “habitar”, más allá del sentido de propiedad y del ordenamiento doméstico ligado al descanso laboral. (Roger Koza)