En un bar popular de los tantos que abundan en Brasil, en los que se interpreta música en vivo con escasos instrumentos mientras un buen cantante pasa de un tema a otro siguiendo un repertorio de hits vernáculos y los clientes bailan sin parar, Jorge elige desviar la atención a través de su cámara a pequeños fenómenos ópticamente hermosos o simbólicamente interesantes: la luz en el local y su difuminación en el espacio, los movimientos de los cuerpos siguiendo el ritmo y algunas otras actividades enteramente mecánicas y desprovistas de un sentido trascendente, como servir un plato de papas fritas o preparar el local para la jornada próxima, son trastocados por un ordenamiento estético que les confiere misterio. Todo es susceptible de mutar frente a la cámara; todo puede ser otra cosa ante una decisión de encuadre. (Roger Koza)