El deterioro de la memoria del padre del realizador y una colección de películas caseras rodadas por este décadas atrás es el material inicial con el que se especula por distintos caminos acerca de la relación entre memoria y montaje o también del olvido como aquello que se impone por fuerza de la cobardía o el dolor excesivo. Prividera asume la enunciación en tercera persona, tomando como guía una observación de Freud sobre los modos de representación de las memorias de infancia, e integra las películas del padre, otros materiales rodados por él, algunos fragmentos de clásicos y distintas citas provenientes de la filosofía política del siglo XX con las que erige un ensayo sobre las consecuencias de la Historia en la intimidad y la permanencia de esta en el presente. Que el padre no pueda siquiera recordar que su mujer fue asesinada por el terrorismo de Estado e incluso que el nombre de ella era Marta Sierra sintetiza mucho más que un trauma personal y familiar, del mismo modo que el increíble primer corto de Prividera, incluido en la película, haya sido del género de terror. Tales signos pertenecen a la Historia, expresiones miniaturizadas de un drama colectivo que es el tema que obsesiona al cineasta. (Roger Koza)