La política de los autores no nos resulta un concepto perimido, como se puede constatar a lo largo de la programación de todos los años. Las retrospectivas y los focos son una constante curatorial en la muestra.

En la noción de “política de los autores” reconocemos dos acepciones posibles: en cada cineasta existe una perspectiva sobre el mundo que tiene una mediación en la puesta en escena. Eso implica una forma de política en la forma cinematográficamente comprendida como política, pues toda poética es una expresión política en tanto que cualquier modo de hacer ver y escuchar constituye un ordenamiento de lo que se elige mostrar, donde se dice algo sobre lo elegido. Por política de autor también entendemos que una programación erige un canon, se posiciona contra otras formas de ponderación de autores contemporáneos y propone una distribución de los nombres en los que se identifica la retórica del cine de una época.

En esta edición, volvemos a elegir tres cineastas para explorar sus obras en conjunto. Dos están aún en plena evolución de sus obras; el otro tiene un trayecto de muchas décadas y ha permanecido en la discreción de los maestros que enseñan a otros a hacer películas. Los tres pertenecen a generaciones distintas y países diferentes, y sus formas de hacer cine son disímiles, más allá de que todos suelen filmar lejos del lugar donde nacieron.

A la joven Yulia Lokshina le interesa filmar lo que no se advierte de las coordenadas del malestar del mundo contemporáneo; a Gerd Roscher, la absoluta otredad y el viaje de otros hacia lo desconocido ha sido la cifra de todas sus películas importantes; algo no muy distinto es lo que sucede con Martín Solá, cuyas películas siempre tienen lugar en otros continentes, a miles de kilómetros de Argentina.

Lo otro que tienen los tres elegidos en común es un compromiso total con lo que filman. En lo que eligen filmar se juegan algo de sí, porque el cine parece resultarles un desprendimiento de un deseo de saber que se transmite plano tras plano, película tras película.