En varios pueblos de La Rioja hay manos que desempolvan papeles antiguos y postales gastadas. Son las cartas que prisioneros asesinados en la Guerra Civil escribieron en sus últimas horas. Hoy, casi noventa años después, los nietos, bisnietas y demás familiares leen las líneas de los que estaban a punto de morir. Un silencio de décadas se rompe. Una memoria parece despertar.