Inesperada paradoja: los asentamientos siguen entre nosotros; ya no se hacen películas como esta (contundente y precisa, con la participación de los protagonistas y con planos trabajados que no descuidan el hecho de que se está haciendo cine). En menos de dos minutos, el diagnóstico: la desindustrialización empuja a la gente a la calle. La respuesta: tomar tierras (si son fiscales mejor), organizarse cooperativamente y luchar por un derecho tan ostensible como tener una vivienda. Céspedes escoge un caso entre tantos, que empieza en Quilmes en 1981 y termina en 1984, y simplemente documenta el trabajo, recoge el testimonio de los protagonistas y delinea su toma de conciencia. Todo esto sucede sin desmerecer la otra construcción en ciernes, la de la propia película, capaz de captar en un primer plano de la cara de un hombre su dignidad o transmitir mediante una secuencia narrativa la fuerza del trabajo conjunto. (Roger Koza)