La obsesión de un joven por los trenes es también el placer de Platzer por filmarlos. Las estaciones y los destinos, los pasajeros en los vagones y los horarios de salida y llegada no importan. Vaivén se circunscribe al placer del joven por escuchar la locomotora y ver llegar a la estación los distintos trenes que pasan por un paraje perdido de Cuba. ¿Quién es el pibe? ¿Por qué parece pasar todo el día en la estación? Son preguntas sin respuestas que no tienen ningún efecto sobre el relato. El interés es otro, porque a esa tenue anécdota se suma una laboriosa composición de planos cuya misión consiste en acrecentar la consciencia perceptiva de quien mira para experimentar sensorialmente y por vías disímiles el movimiento de los trenes. (Roger Koza)