Han pasado más de dos décadas desde el estreno de la ópera prima de Blaustein; sin importar el momento que transite la Argentina, la película jamás produce indiferencia, en principio porque el punto de vista elegido para contar la historia (el deseo revolucionario en Argentina, acaso, involuntariamente, surgido como respuesta al Golpe de 1955) está anclado sin disimulo en los protagonistas (miembros dispares de distintas organizaciones de izquierda, mayoritariamente peronistas). Blaustein recoge testimonios y enhebra así un relato coral sobre la militancia setentista para concluir que ese difuso proyecto de emancipación política con la figura de Perón como complejo sujeto histórico y organizador simbólico fue derrotado, veredicto explícito en lo dicho y en el tono melancólico general de la trama, de lo que se predica la renuencia a profundizar en las contradicciones de la experiencia revolucionaria. Los materiales de archivo que acompañan a los testimonios son conocidos, nunca excesivos ni mucho menos innecesarios. Quienes hablan frente a cámara a veces teorizan, a veces reconstruyen momentos de gloria y dolor personales; algunos son más o menos conocidos, pero ninguno expresa con la transparencia de René Clavijo, miembro del Movimiento Villero Peronista, los sentimientos que revestían el ideal político que abrazaban. (Roger Koza)